martes, 17 de febrero de 2015

Voces liberadas.





Hoy mi profesora de psicología compartió en la clase un sucedo, no hace mucho fue a la tienda de Disney en Plaza las Américas y tenían una liquidación de muñecas de La Princesa y el Zapo a 3.00$, como saben la princesa es de color así que mi profesora le pregunta “¿Por qué están en liquidación?” a lo que la empleada contesta “es que como es negra y es la más fea la tenemos a 3.00$”.

El otro día leí una nena en la red social de Twitter poner un tweet junto a una fotografía de una niña gorda con un novio flaco y decía “hasta ella tiene novio y yo no”.
“Que se vista adecuadamente que si la violan es porque lo busco” me dijo un nene una vez.
Una persona me dijo que si una mujer se besa a 4,5 o 10 personas es una puta, que si sube fotos mostrando los senos es una puta, que si se acuesta con 20 es una puta.

Legalmente las mujeres tenemos los mismos derechos que los hombres, podemos hacer exactamente lo mismo que ellos. Lo que yo estoy cuestionando aquí es el cómo culturalmente han dictado que si una mujer tiene sexo con 6 es una puta, como el estereotipo de belleza radica solo en  lo físico, el que aprueben que un hombre pueda usar de justificación de violación “ella me provoco, tenía una falda corta y una camisilla”. Mujeres degradando mujeres por preferencias sexuales, maneras de vestir, música, sexo, color, peso, físico, carreras, ideales. Mujeres que reparten cintas colocándosela a las demás en la boca, haciéndolas sumisas, reprimidas, sometidas a algo que no quieren. Dejen de enseñarle a las niñas a sentirse menos por tener senos, por tener menstruación, por parir, por abortar, por amamantar en público, por tomar decisiones sin pensar en el que dirán. Comiencen a enseñarles a tener pensamiento crítico, a ser auto-suficiente, a que si no se sienten cómodamente en una relación no tengan el miedo de salir de ahí, a disfrutar el sexo, a ser libres, a tener una voz. Es momento de que cada persona sin importar su sexo pueda hacer lo que quiera sin ser juzgado: tener sexo, bailar, estudiar mecánica, criar hijos, ser una persona importante y ser de color, tener pareja y ser gorda, vestir como quiera.

martes, 10 de febrero de 2015

Desenfrenadamente

7:15, viernes.
Era un viernes usual, llegue a su casa a eso de las 7:15; el cielo tenía pinceladas grises acompañado de una que otra estrella extraviada. Mientras observaba detenidamente, él se asoma por el balcón haciéndome un gesto de “entra” así que eso hice. Al entrar vi que en la sala no había nadie:
-      ¿Dónde están tus padres? Le pregunte confundida
-      Salieron a visitar a mi abuela.
Entre en su cuarto, el cual es demasiado espacioso para una sola persona. En las paredes cuelgan sus pinturas o algunas fotos de nosotros, en la esquina esta su computadora con los papeles compulsivamente organizados. Esta su cama con algunos cojines y un viejo y horrible sofá color amarillo. Como de costumbre deje mis zapatos al lado de la puerta, las ventanas estaban todas cerradas, lo único que le daba ventilación al cuarto era un viejo abanico en el piso así que encendí el aire acondicionado. Fui de camino hacia la puerta y me detuve justo frente al espejo, parecía una demente. Tenía unos pantalones cortos color crema con una camiseta negra la cual tenía un pequeño bordado de flores. Me encontraba frente a mi doble tratando de ver si me veía suficiente para el cuándo siento su mirada, penetrando en mi piel así que sonrió al instante.
-¿Qué se supone que haces?
- Tratando de no verme gorda
Él se queda callado y al cabo de varios minutos se va y cierra la puerta. Y ahí me encontraba yo, en el cuarto de mi novio, el que fue bendecido con tanta paciencia que podía llenar una tapa de botella. Molesta, fui a apagar la luz y me tire en su cama, pensando en que sucedería después cuando el sonido de la ducha me trajo de vuelta a la realidad así que decidí arroparme y tratar de dormirme.

8:20, viernes.

El sonido de la puerta me despierta, busco mi teléfono y son las 8:20. Sigo dormida y algo confundida así que no logro ver dónde está el así que permanezco acostada intentando sin conseguirlo despertar. La cama se baja y sé que él se sentó así que me levanto y encuentro su cara.
-¿Por qué no me dijiste que te ibas a bañar?
- Estabas ocupada pensando en babosadas, en cambio, yo necesitaba un tiempo para pensarte detenidamente. – comenzó a acariciarme el rostro y continuo- ¿Acaso no entiendes que no tienes que ser flaca para que te desee? No te das cuenta, pero te deseo cada momento que te veo, cada vez que te tengo quisiera poder hacer estas cosas. Intente preguntar qué cosas pero su boca me lo impidió. Comenzó a besarme lento, como si hubiésemos tenido toda la noche para besarnos, como si sus padres jamás fueran a llegar. Seguido de un vals de  caricias buscando más allá de mi ropa, comenzó a quitármela despacio, como si estuviera escribiendo una historia. Lo tenía desnudo frente a mí, era mío y por ese lapso de tiempo podía hacer lo que quisiera con él. Podía besar cada centímetro de su cuerpo, acariciarlo en las partes que quisiera con la velocidad que quisiera, sentía como se hundía en mi cuerpo, como su respiración se iba cortando, como íbamos perdiendo la cordura hasta estallar. 
11:54, casi sábado.

Yacíamos uno encima del otro, sin movernos, despeinados, sudados, saboreando el fulgor que brotaban nuestros cuerpos. Podía sentir su corazón latir, entrelazaba su pelo entre mis dedos preguntándome que sería de mis noches grises sin él. No podía parar de mirarlo, porque sabía que era el con quien quería pasar el resto de mis días, quería dejarle saber que lo iba a amar hasta que el cielo deje de dar espectáculos en las tardes, hasta que cada rincón del océano sea explorado, hasta que mi corazón este seco. Y aun así, lo amaría desenfrenadamente