El otro día estaba limpiando la vieja casa en donde crecí
cuando era pequeña, mis padres iban a
venderla y necesitaban un poco de ayuda así que accedí. Quise limpiar mi habitación,
y al decir limpiar hablaba de quitarle el polvo a los estantes y pasar una
escoba. Al entrar la luz del sol entraba por la ventana, dejando todo el polvo
que había al descubierto, mis estantes tenían una que otra pieza de porcelana, bailarinas
y algunas fotos viejas. Le di la vuelta al cuarto hasta llegar al armario el
que se suponía que estuviera vacío, se suponía. Habían dos cajas grandes una al
lado de la otra, viejas y dañadas por la humedad; las tome y abrí una de ellas,
frente a mi estaban cinco años de mi vida, guardadas todo este tiempo. Fotos,
cartas, postales, discos, joyería, las sacaba una por una rápidamente preguntándome
que hacían allí, quien las había puesto allí, desde cuando estaban allí. Limpie
todo de prisa, le avise a mi madre que me iba y tome las cajas, me dirigía a mi
apartamento.
Llegando tome un baño, me serví una cerveza y puse una
de las cajas encima de la cama. Me tome el tiempo de ver cada una de las fotos;
algunas eran mías usando algún traje espantoso, otras de amigos y familia. Reí
leyendo las cartas que tenía y escogí la joyería que aun quería conservar. Fui
a levantar la otra caja para ver que había dentro y era algo pesada, demasiado
para ser ropa o chucherías como lo que contenía la otra. Grandes, pequeños, de
todos los colores, carpeta dura y blanda, ahí estaba una colección inmensa de
libros que había perdido. Mis libros. Las interrogantes que tuve en la casa
volvieron, decidí abrir uno de ellos al azar. Era color verde y tenía algunos
garabatos en la portada, “Poemas y Relatos” el mundo se había congelado. Tenía
en mi mano uno de mis diarios de hace cinco, casi seis años atrás. Supe que esa
noche, tendría de visitante a las lágrimas que hacen varias semanas no aparecían;
pasaba las páginas y leí los poemas, las historias, las frases, hasta que en
una de las paginas había algo que me llamo la atención. Era un fragmento de algún
día.
“5 de junio de 2010
He pasado el verano cuidando a una pequeña, y esta casa
es inmensa. Pero me reconforta el saber que en algún momento mi teléfono sonará y será un mensaje de él. Un ¿como estas?, ¡que hiciste en el día?,
estuve esquiando, hace demasiado frió por acá, ¿has comido algo?. Me gusta mucho,
me ha dicho te amo unas cuantas veces y mi corazón se va elevando con la rapidez
que se acaba un suspiro. Blanco como la arena, sus ojos azules como el mar, hermosos,
al igual que su sonrisa. Era inevitable no sonreír luego de verlo. Carismático,
sarcástico y simpático; inteligente y cariñoso. Es como un ángel, el cual me trae estúpida e imbécil. Enamorada me trae.
NARR”
No necesitaba saber el nombre, sabia para quien era
aquello. Mucho tiempo había pasado desde que tuve la última conversación con él,
pero así era. Como las estrellas fugaces, aparecen cuando quieren y así era él.
Los sentimientos me invadían y quise con todas mis fuerzas saber porque se había
ido, porque me había abandonado. Así que me asome a la ventana y susurre su
nombre, como parte de un hechizo o un ritual.
-Llegue. Me volteé y ahí estaba. Parado frente a mí
con sus enormes ojos azules. Me quede paralizada y solo pude decir “llegaste”.
-Oh valla. Demasiado tiempo para solo eso ¿no crees? Repentino
silencio, pero luego comenzó a preguntarme que había hecho y como me iba.
Hablamos de todo un poco, de las que todos hablan hasta que comenzó
-Hace algunos años atrás tuve un accidente y estuve en
coma. Al despertar no recordaba caras, personas, amigos, sucesos. Pero me
acorde de ti. No recuerdo exactamente como nos conocimos y porque hemos dejado
de hablar, pero me acuerdo de ti.
La sangre la sentía correr fría, el corazón me iba a
estallar. El seguía parado junto a mí y yo sentada en la ventana. Cuando finalmente
pude hablar le dije
-Siempre me has acordado ese verano. En su mirada que
no sabía de qué hablaba así que le mostré lo que había escrito en la libreta.
- Así que, ¿nos gustábamos?
-Al menos yo de ti me enamore, y llegaste a decirme
unas cuantas veces un te amo. Perdimos comunicación porque jamás fui suficiente
para ti, así que decidí dejar de intentarlo. Poco después supe que tenías
pareja, hablamos por última vez y luego desapareciste.
- Lo supuse cuando después de todo me acordaba de tu
nombre; eres mi único recuerdo de ese verano. “ángel” susurro casi tan bajo que
apenas pude escucharlo. Sonreí y él lo hizo también. Se sentó al lado mío y
dejo que descansara mi cabeza en su hombro. Pude sentir su olor, apreciarlo más,
ver que aquel rostro de niño había evolucionado. Al lado mío estaba un viejo
amor, un viejo amigo, al cual su corazón le pertenecía a alguien más igual que
el mío. Pero mi corazón me pedía gritos unas últimas palabras así que le
pregunte.
-¿Alguna vez me extrañas?
El me dio un beso en la frente y también recostó su
cabeza en la mía, la brisa soplo y yo sonreí.
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