miércoles, 2 de septiembre de 2015

Casa de Playa (Parte Dos)

Había sucedido lo usual, aquel beso termino envuelto entre las sabanas verdes que vestía mi cama. 4:56 am y permanecíamos allí  charlando sobre cosas que no tenían importancia, el lucia maravilloso con el cabello revuelto. Como si leyese mis pensamientos me dijo
-Si me continúas mirando así jamás saldremos de esta cama. A lo que le respondí con un guiño y ambos soltamos una risa. Sus dedos jugaban con mi enredado cabello un ruidoso silencio invadió la habitación, solo se escuchaba el sonido de las olas y el viento que las acompañaba. Casi consigo entrar en un profundo sueño cuando lo oí hablar nuevamente
-No duermas, quiero que me acompañes afuera
-¿Afuera? Mi amor, son las 5 de la mañana.
-Eso jamás nos ha detenido, además, quiero pasear y charlar. La luz del amanecer siempre enmarca tu rostro como una obra de arte.

Sabía que sin importar que estuviera cansada, que fueran las 5:10 de la madrugada o que afuera hiciera mucho frió me levantaría a complacer su pequeño capricho. Después de aquellas palabras ¿Cómo decirle no? Me puse mis bragas, un pantalón de pijama y un suéter para cuando logre controlar lo que parecía un matojo él ya se había ido. Baje y sin ponerme los zapatos salí a saborear el exquisito aroma a sal. La arena se me metía entre mis dedos, la brisa destruía los intentos que mantener junto mi cabello; las olas eran revoltosas y en la playa no había una sola alma todo estaba silencioso. Mire por todos lados y no lo veía así que decidí dar un paseo sola. Camine durante mucho tiempo, miraba el reloj que tenía en la muñeca y marcaban las 5:20. ¡Aquello era imposible! Llevaba caminando al menos 25 minutos ¿Cómo es posible que solo hayan pasado diez minutos desde que salí de la casa? Decidí sentarme en la orilla lo cerca para que el agua mojara mis pies, observe lo que me rodeaba con más detenimiento. Cerré los ojos y deje que el sonido de las olas me consumiera, sentía gotitas en mi rostro, frías cuando soplaba el viento. Sentía como todo me iba subiendo aquella caja donde había metido todos mis problemas ahora se abría y no precisamente con suavidad. Lo hacía a toda prisa, todo era muy confuso y solo conseguí ponerme a llorar. Intentaba detenerme sentía que él podía llegar en cualquier momento y encontrarme así, le había prometido que estos episodios ya habían terminado. Una horrible sensación de que me miraban hizo que saltara de un golpe y a mi lado había una figura, una mujer. Tenía su cabello largo y ondulado, sus ojos eran tristes y verdes; parecía algo confusa pero antes de yo decir algo ella hablo

-No deberías esconderte, quizás el piense que todo está bien pero se dará cuenta que algo anda mal.
No sabía quién era la mujer que tenía en frente, no sabía porque motivos estaba allí junto a mi o porque intentaba descifrar que era lo que me sucedía. Pasó por mi cabeza levantarme e irme, al fin y al cabo no tenía por qué darle explicaciones a una completa extraña, pero en su lugar dije
-No, no se dará cuenta. Estas cosas él no las nota.. No las que notar. Son tonterías.
-Sabes que eso es una mentira que has conseguido creerte durante todo este tiempo, él lo nota todo. Hasta lo más pequeño. Consigue hacer que poco a poco se lo digas de maneras inexplicables, siempre lo ha conseguido. Excepto esta vez. ¿Qué ha cambiado?
-¿A qué se refiere?
-Has pasado días, quizás meses guardándolo todo. Sales, tomas una que otra cerveza o quizás más de la cuenta, ya no escribes. ¿Por qué él no ha intervenido? ¿Qué es diferente esta vez de aquella en la cual casi te consume tu baja autoestima?
Recordaba aquella vez. Sentía que mi mundo se venía abajo por mis kilos de más, quería que él tuviera una pareja perfecta. Aquella que le gustara lo que a él pero que también pudiera presumir o de la cual sentirse orgullosa. Quería que sintiera eso que siento cada vez que le contaba a alguien sobre él y lo talentoso y hermoso que era. Aquel día fue horrible pero del abismo ruidoso me saco el, diciéndome que no necesitaba una persona que fuera su gemela o que fuera una modelo. Me quería a mí. Quizás en aquella ocasión me pareció suficiente esa respuesta pero ahora, cuando todos sus miedos estaban apoderándose mí necesitaba algo más, algo que me convenciera realmente.

-No lo sé…. No puedo esperar que él me diga el porque me ama o que me elige a mi cada vez que mi caja de problemas decide atormentarme. No puede, no puedo. No quiero perderlo y si continuo ahogándolo con mis miedos se terminara yendo de mi lado y no poder vivir con eso. Terminare odiándome el resto de mis días por alejar a la única persona que ha estado aquí, sacándome de mis embrollos emocionales. La única persona que me conoce tan bien como para hacer que me ame aunque sea un poco cada día. No puede verme así…

Nuevamente me encontraba llorando, lloraba con todas mis fuerzas. Lloraba porque no sabía que me sucedía, porque tenía un hombre que me amaba y aun así dejaba que mis miedos me dominaran, lloraba porque no conseguía como parar esto. Sabía que si no encontraba la manera de lidiar con esa parte de mi acabaría sola. La mujer acaricio mi cabello en forma de consolación, espero a que yo tomara un poco de aire y con una voz delicada y suave dijo

-Quizás buscas que te diga que él lo tendrá todo contigo o que quizás eres exactamente lo que el merece, que debes estar segura de ti y que cuando te levantes de aquí serás una mujer nueva. Pues no, no será así, o al menos no así de fácil. Deja que te diga una cosa, aquella vez que se fue y tuvo la oportunidad de irse con alguna mujer hermosa o modelo como bien dices ¿lo hizo? –hice un movimiento de cabeza indicando que no- ¡Al contrario! Volvió, volvió porque en ti vio el mundo que solo él puede ver. Volvió porque te ama. No necesitas más explicaciones o razones, yo sé que te ama porque hace dos años nos amaba igual. Todo en esta vida será difícil si así lo deseas.

El mundo parecía dar vueltas, deje de escuchar el mar, las aves, deje de sentir la arena bajo mis pies. Ya no estaba en la playa, si no en mi casa. Baje las escaleras aturdida y al llegar a la sala pare en seco. Estaba el en la sala acercándosele al oído de una mujer. Tuve que hacer mil milagros para conseguir escuchar lo que él le decía.
-Fuiste mi brújula cuando me encontraba extraviado, mi amiga cuando deseo hablar de cosas que no te interesan y has sido toda una diosa para mí en aspectos que ambos sabemos.  No soy muy bueno en esto, y sé que estas no son las palabras que deseas oír solo sé que te amo y lo haré hasta que mis ganas de plasmar tu sonrisa en un canva se vayan, hasta que me haya cansado de hacerte el amor, hasta el día en que me muera. Te amo, y no dejare que te marches de mi vida nunca.

La playa, la arena, los pájaros, todo volvió a su normalidad. Cuando abrí mis ojos la mujer ya no estaba a mi lado. Y fue que entendí que había pasado todo ese tiempo charlando con la persona que solía ser, recordándome que todavía era. Recordándome aquellas palabras que él me había dicho hace dos años en la sala de nuestra casa de playa. Mire mi reloj y marcaba las 5:25. Camine de vuelta a la casa esperando verlo y contarle todo lo que me había sucedido en, según mi reloj, quince minutos. Al entrar me quite el pantalón de pijama que traía estaba todo mojado. Subí a la habitación a ver si me había jugado una broma y se había quedado dormido pero no estaba allí, solo el rastro de lo que habíamos hecho horas antes. Al bajar fui a la cocina para marcarle y encontré una pequeña nota junto a una taza de chocolate caliente. Tome ambas cosas y me dirigí hacia el sofá, el mismo donde hace un tiempo atrás me había quitado el alma para verme desnuda. Le di una probada al chocolate al parecer ya no era caliente así que lo deje en la mesita y me concentre en leer la notita.

“Mi niña, has estado algo distante y fría, no conmigo si no con el mundo. Siempre he visto tu devoción por el mundo y me entristece el alma que ya no sea de esa manera, por eso te he mandado a la playa. Porque cerca del mar siempre eres tú, aquella revoltosa de la cual me he enamorado. Espero que hayas conseguido poner todo en orden en tu paseo, porque a la noche quisiera que junto a una copa de vino me contaras todo lo que te tenía así. Jamás pienses que no sé qué sucede en tu pequeña cabeza, siempre sé que sucede. No he intervenido esta vez porque no sería un buen maestro si sigo rescatándote; debía dejar que lo hicieras tu misma. Así como lo hiciste conmigo. Te amo de las mil maneras en las cuales se puede amar a alguien y en las que no se han descubierto

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