miércoles, 27 de julio de 2016

Lucía y Valentina



Lucía llevaba un vestido rojo algo ajustado, resaltando sus inquietantes curvas. Tenía una larga y rizada melena oscura, caía en cascada por su espalda dándole un aire feroz y excitante. A su lado en la barra, se encontraba Valentina con un pequeño traje azul cielo. Era una mulata de largas piernas, su cabello recogido contrastaba los rasgos finos de su rostro. Ambas, con trago en mano se miraban y me miraban a mí, esperando que les diera alguna respuesta a su propuesta. Lo pensé un rato, lo suficiente para que pasaran tres rondas de cerveza. Cuando acepte, tomaron mis manos y me llevaron a un pequeño cuarto del burdel. El cuarto tenía una luz violeta, una mochila en el fondo y en el centro había una cama lo bastante grande para las tres. Lucía se acercó a la mochila y comenzó a sacar sus juguetes, mientras que Valentina me miraba de arriba abajo, recostada de la pared.
-Quizás finalmente podamos lograr que todo esto te guste, y le pierdas el miedo. Dijo Val, trazando su mirada desde mi boca hasta mi escote.
-Suena como un reto. ¿Quieres apostar? Le sonreí.
-Apostemos, ten por seguro que ganaremos todas.
Y de eso no había duda. Había algo tan embriagador en aquella mujer, tan confiada y tan hermosa que de un momento a otro la tenía encima de mí. Tiraba de mi rostro mientras se movía en círculos, podía saborear el vodka en su lengua. Me iba desnudando y besando cada pedazo de piel que veía. Cuando consiguió dejarme desnuda, Lucía estaba en la cama solo con sus bragas puestas. Tenía la soga en sus manos y sin preguntar comenzó a hacer nudos aquí y allá. Una vez inmovilizada me pidió que abriera mis piernas, y con su melena recogida dejando libre su rostro comenzó a pasar sus dedos en mi clítoris. Me pasaba los dedos por los labios, mordía mi cuello fuertemente mientras los volvía a introducir. Se acercó a mi oído frotando su nariz en mi piel
-Podemos jugar si eso es lo que quieres.
 Asentí lentamente y ambas se levantaron de la cama dirigiéndose al bolso de la esquina. Al regresar Lucía tenía una fusta de silicón en la mano, Valentina llevaba una mordaza para la boca y unas pequeñas pinzas para los pezones. Me las colocó con ternura, como si yo fuese una muñeca la cual le iban a dar todo el amor posible. Y de alguna manera, aquello si era cierto. Estas mujeres, diosas, tenían tantos deseos por darme amor que era imposible negarme a todo aquello. Poniéndome en cuclillas Lucía comenzó a pasar la fusta por mi espalda golpeando de vez en cuando. Una vez llego a mis nalgas comenzó a golpear fuerte, una y otra vez, y otra vez. Se detenía de un momento a otro para besar mis caderas, mi espalda y los moretones que iba dejando en mi piel. Val me pidió levantara mi cabeza, al hacerlo quito la mordaza de mi boca y rodeo mi espalda con sus largas piernas. Ella comenzó a gemir cuando mi lengua hizo contacto con su piel y al segundo, no podía contener mis gemidos ya que los golpes comenzaron a ser más fuertes y Lucía había introducido algún vibrador dentro de mi. Levante mi rostro para ver a Val ella estaba sentada, mordiéndole los pezones a Lucia mientras ella tiraba de su cabello y se unía a mis gemidos. Luego de haber terminado, Lucía me desató con cuidado y con una leve sonrisa se fue a recoger cada juguete que había en el cuarto. Valentina ya estaba vestida, se arreglaba el cabello en el espejo que había en la pared. Me aproxime a vestirme y arreglar un poco mi maquillaje. Sentí beso en el cuello, Valentina estaba detrás de mí.
-Jamás apuesto algo que no pueda ganar. Sonrió, y al cabo de un segundo Lucía también estaba a mi lado.
-Y, sin duda, mis hermosas niñas, ganamos todas.

Cada una me dio un beso y salieron del cuarto, con la certeza de que volveríamos a tener una apuesta como aquella.

domingo, 24 de julio de 2016

Te encuentro.


Te observo detenidamente,
Como si el tiempo que tuviese no fuera suficiente.
Puntualizo los lunares que llevas en las manos,
(Algunas marcas de pinchazos y dolor)
La tensión esparcida en tu mirada
(Algo triste, algo perdida)
La posición torpe de tu espalda al sentarte
(Se ve tanto dolor)
Se me escapa alguna sonrisa,
Llega hasta aquí el olor exquisito de tu cuerpo.
(No te distraigas)
Te pierdes en una línea de pensamientos
(Se te ha extraviado mi invitación)
Y tus dedos tamborilean en señal de nervios.
(Es más bien un gesto tierno)
Sostienes mi mirada por unos momentos,
(Enviando nervios por mi cuerpo)
Repasando cada centímetro de mi existencia.
(Deseándote de una y mil maneras)
Allí parado frente a mí te sonrió
Y te beso tal cual mi antojo.
Estas tan lleno de todo
Y yo quiero estar tan llena de ti.







lunes, 11 de julio de 2016

Fragmentos de mi diario.



Llueve sin parar y el auto ha absorbido el olor al whisky que he derramado en el asiento. Mi maquillaje esta esparcido por mi rostro, no sé cuándo he comenzado a llorar, quizás son los efectos secundarios de beberme esta cosa barata (señalando el whisky.) Dicen que para ser poeta es necesario tener alguna tristeza interminable, a mí me parece un cliché absurdo y sin relevancia. Pero lo gracioso del asunto es que aquí estoy, sentada en mi auto intentando descifrar cual es el factor detonador de mi tristeza. Pueden ser los problemas en casa, hay tanta frialdad en ella que cada vez que camino sin zapatos termino sangrando. O puede ser la falta de concentración al hacer las cosas, quizás por eso termina todo saliéndome mal (toma un pequeño sorbo.) Quizás debería de dejar de buscar que causa la tristeza y comenzar a buscar las salidas de emergencia ¿pero cómo puedo buscar algo en una habitación con los ojos vendados? Puedo salir y sumergirme dentro de la lluvia, dejar que moje mi cabello y mis pies, provocando que me enferme algunas semanas; o simplemente puedo mirar el desastre natural desde aquí, y admirarlo sin saber cómo entrar en el. El cielo llora fuera del auto y lloro dentro de el, descontroladamente, con la misma fuerza que el viento sopla afuera. Se me acaban las ideas para salir de este círculo vicioso con la poca vida que me queda, y puede que solo este dramatizando (o he leído muchísimo a Sylvia Plath) pero así se siente. Dicen que para que una estrella nazca una nébula gaseosa debe colapsarse, y yo me colpaso con el alcohol barato a ver si cuando me despierte soy finalmente una estrella.