Llueve
sin parar y el auto ha absorbido el olor al whisky que he derramado en el
asiento. Mi maquillaje esta esparcido por mi rostro, no sé cuándo he comenzado
a llorar, quizás son los efectos secundarios de beberme esta cosa barata
(señalando el whisky.) Dicen que para ser poeta es necesario tener alguna
tristeza interminable, a mí me parece un cliché absurdo y sin relevancia. Pero
lo gracioso del asunto es que aquí estoy, sentada en mi auto intentando
descifrar cual es el factor detonador de mi tristeza. Pueden ser los problemas
en casa, hay tanta frialdad en ella que cada vez que camino sin zapatos termino
sangrando. O puede ser la falta de concentración al hacer las cosas, quizás por
eso termina todo saliéndome mal (toma un pequeño sorbo.) Quizás debería de
dejar de buscar que causa la tristeza y comenzar a buscar las salidas de
emergencia ¿pero cómo puedo buscar algo en una habitación con los ojos
vendados? Puedo salir y sumergirme dentro de la lluvia, dejar que moje mi
cabello y mis pies, provocando que me enferme algunas semanas; o simplemente
puedo mirar el desastre natural desde aquí, y admirarlo sin saber cómo entrar
en el. El cielo llora fuera del auto y lloro dentro de el, descontroladamente,
con la misma fuerza que el viento sopla afuera. Se me acaban las ideas para
salir de este círculo vicioso con la poca vida que me queda, y puede que solo
este dramatizando (o he leído muchísimo a Sylvia Plath) pero así se siente. Dicen
que para que una estrella nazca una nébula gaseosa debe colapsarse, y yo me
colpaso con el alcohol barato a ver si cuando me despierte soy finalmente una
estrella.
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