No eres lo
suficientemente delicada y refinada; en cambio las hijas de sus amigas son,
bueno, son todas unas damas.
No eres
sensata ni cuerda, vives siempre en un mundo desequilibrado que varía entre
risas y charlas, a no salir del cuarto por una semana.
No puede
alardear con los demás sobre tus logros porque ¿qué logros podría fanfarronear
de ti?
No eres su
apoyo, ni su orgullo.
Y ahí está,
con esa mirada.
Esa mirada
tan fría, llena de decepción y frustración.
Esa mirada que me toca el alma y me hace
preguntar “¿Por qué le haces esto? ¿Por
qué no puedes ser lo que ella quiere que seas solo por un momento? “
Pero, ella
no sabe que sin importar lo horrible que ha sido tu día haces lo insoluble por mantener una sonrisa; solo
para ella. Mi vida no será suficiente para remediar todo el dolor que te he causado
en estos 18 largos años, te mereces la grandeza del cielo, la inmensidad del océano,
la profundidad de los bosques y más allá de todo lo que pueda darte.
Solo me
resta decirte, madre, que lamento el saber que esa mirada de decepción la he
causado yo.
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