jueves, 18 de diciembre de 2014

Carta que jamás será entregada.

Y ahí está ella, sentada con esa mirada de decepción al saber que no eres.
No eres lo suficientemente delicada y refinada; en cambio las hijas de sus amigas son, bueno, son todas unas damas.
No eres sensata ni cuerda, vives siempre en un mundo desequilibrado que varía entre risas y charlas, a no salir del cuarto por una semana.
No puede alardear con los demás sobre tus logros porque ¿qué logros podría fanfarronear de ti?
No eres su apoyo, ni su orgullo.
Y ahí está, con esa mirada.
Esa mirada tan fría, llena de decepción y frustración.
 Esa mirada que me toca el alma y me hace preguntar “¿Por qué le haces esto?  ¿Por qué no puedes ser lo que ella quiere que seas solo por un momento? “
Pero, ella no sabe que sin importar lo horrible que ha sido tu día haces  lo insoluble por mantener una sonrisa; solo para ella. Mi vida no será suficiente para remediar todo el dolor que te he causado en estos 18 largos años, te mereces la grandeza del cielo, la inmensidad del océano, la profundidad de los bosques y más allá de todo lo que pueda darte.
Solo me resta decirte, madre, que lamento el saber que esa mirada de decepción la he causado yo.


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