Inmensa caja de cristal, me he de sentar a
tu costado con devoción, a escribirte poemas en las rocas.
Las mismas que se moldean a tu antojo.
Te he de acariciar la sal que porta tu aroma, y besar cada gaviota
que vuela en tus tierras.
Recorro tu cuerpo, hipnotizado por los colores, la
serenidad y la fuerza que posee tu himno.
Toma mi alma, vuélvela azul.
Permíteme ser el que escriba tu llanto en las noches, y las
poesías en el día.
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