Cuando la luna es nueva, el sale de su polvoriento
cobijo.
A saludar la vida que solía tener, y a sentir las
voces cantoras del viento.
Saboreaba la savia que le obsequiaba las estrellas,
Y me servía de grata compañía.
Era un acontecimiento único, mágico.
Habían pasado varias fases sin venir,
Llegue a pensar que se había extraviado en las muelas
del bosque,
Pero hoy, el venia.
Saque una taza vieja, y le preparaba un café
Para cuando llego, la luna ya podía verse.
Le entallaba el hermoso y entristecido rostro.
Quise preguntar “porque, como y cuando”, pero me
resigne
Y solo le di una torcida sonrisa, y él me la devolvió.
Se sentó en la mesa sin murmuro alguno,
Y mirando la luz que penetraba por la ventana bebió.
Le ofrecí un abrigo para el frió, el alzo su mirada
perdida
Y me llevo afuera; caminamos por un sendero lleno de
lamentos.
Podía escucharlos, pero a él no le parecía importar.
“Almas olvidadas” musito con voz firme.
Paro un segundo y continuo “hemos llegado, he aquí la
luna creciente”
Yo lo miraba perpleja, y solo pude sentarme a su lado mirándolo
fijamente.
Y miles de interrogantes golpeaban mi cabeza;
No pude comenzar a preguntar cuando el dio inicio
“Cuando la luna está en su fase creciente, parece una
bola partida a la mitad.
Para mí, es el momento en donde puedo conversar
contigo
Con esa parte que solía ser, que solíamos ser.
Por eso he de venir solo cuando la luna está en esta
fase,
Para contarte como me va en mi vida de olvido, y para
escuchar como vives sin mí.
Por eso sin notarlo, en los días más oscuros y
silenciosos te has de parar en la ventana
Susurrándole a los astros poesías que llevan mi
nombre.
Por eso sin notarlo, yo he de pintar el mejor paisaje
para que sonrías cada noche.”
Una avalancha repetitiva me sucumbía, podía escuchar
pequeños fragmentos
Una y otra vez,
y otra vez
“Por eso sin notarlo, en los días más oscuros”
“Yo he de pintar el mejor paisaje para que sonrías
cada noche”
Termine mirando constelaciones, y sintiendo como su
mano
Caliente y delicada acariciaba mi rostro.
Sentí la necesidad de besarlo, y de contarle mis poesías.
Me tomo y me sumergió en el abismo del que fue
Un beso con sabor a historias, a quererlo nuevamente.
Al dejarme nuevamente en mi aposento me ha devuelto el
abrigo
Y plasmo en mi frente un beso que desato una tormenta
en mis pequeños y cansados ojos.
Para cuando los abrí, mi mitad se había ido, y la luna
ya era llena.
En su abrigo había una pequeña carta, un poema y decía.
“pequeña niña de cristal
Llevas el espíritu de la estrella que me guía en las
noches,
Y el color de la maleza en tus tiernos ojos.
En cada luna que veas, recítame todo tus versos
Seré el océano que remoja tu lunar.
No me olvides, que si no es en esta fase, será en la
otra
Pero serás mía en cualquier dimensión.”
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